"La sonrisa se desdibuja cuando uno se aparta de la novia, ¿verdad joven?" Preguntó el conductor del taxi cuando dio marcha al automóvil en busca del siguiente destino. "Sí, definitivamente se desdibujan demasiadas cosas cuando uno se queda solo" Le contestó el pasajero y pensándose que aquella mujer no era su novia aunque de ello aspirase su andar.
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Hay fechas que un individuo jamás podrá olvidar. Se quedan tatuadas en la memoria absoluta del vivir y arraigadas en lo más intrínseco del ser. Aquel día, por un instante él recordó una etapa de su vida totalmente placentera. Desde un modesto espacio para comer, hasta los lugares donde la risa y la reflexión eran parte del aprender. Los tiempos de dos buenos amigos que jamás se olvidarán: La calle de Durango y los alrededores de la Fuente de Cibeles.
Aquel día no se podrá olvidar y no porque los equipos de fútbol hayan perdido sus respectivas contiendas o porque también se haya cumplido un año del fallecimiento de su abuela. Aquel día jamás se olvidará y no porque en él le hayan interpretado por primera vez las cartas del Tarot. Aquel día existirá en su recuerdo porque fue la fecha donde el caminar, el conversar, el deleitar y el beber -situaciones totalmente mundanas pero colmadas de magia, de sabor y de sustancia- hicieron de su atardecer algo inolvidable; al menos para él.
Ellos tenían, informalmente, un plan. Comerían en un sitio rodeado de buenos recuerdos. Tomarían café o helado en otro sitio de similar tentación. La brisa de la fuente refrescó y el arco iris se formó. Caminaron sin rumbo fijo hacia alguna colonia. El bar y la terraza de un hotel sería parte de la escena (una auténtica escena de un auténtico lugar). No, no siempre se va a un hotel a saciar de aquellos placeres. Esta vez, una terraza con vista a las arboledas, a las magnolias del jardín y uno que otro departamento característico de la colonia Condesa. Cayó la noche. La mejor luz que podía haber existido, la idónea, la exacta, la apropiada: la de una vela dentro de una copa, por sencillo que parezca. Un par de whiskeys, el jazz y un clima espléndido.
Sólo el ligero vientecillo apagaría la luz de las velas... sólo eso. Y aunque ella perciba un aire nostálgico en su voz al llamarle, a diario existirá la luz de aquel sentir porque sus ojos lo dicen y porque sus labios lo mencionan.
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"El mundo se mueve por amor y se arrodilla ante su grandeza, joven. Eso es indiscutible. Por ello estamos aquí, por ello usted viene a bordo y por ello hay un lugar donde alguien me espera y adonde todas las noches deseo llegar" Le dijo el conductor antes de darle el vuelto. "Y así será, nos seguiremos arrodillando ante su grandeza" Contestó el pasajero justo antes de salir con el pie derecho del automóvil.
