17 oct 2010

Más allá del bien y del mal

Después de siete años la vida me situó en un lugar que fortuitamente conocí cuando trabajaba para una empresa financiera. Tenía 21 años de edad y percibía una facilidad de vida insospechada. Sitios que se convierten en sucesos e imaginas que quizá jamás vuelvas a experimentar. (...) Esperaba que algo sucediera.

No pretendo convencerme de que poseo una madurez tangible; sin embargo, en aquel entonces de haber tenido el juicio y pensar como lo hago ahora, hubiese aprovechado un poco más la vida, las relaciones, la escuela, los libros. (...) Esperaba que el acontecer me lo diera de la noche a la mañana.

Durante una semana percibí el aquejo del tiempo perdido y me ha hecho reflexionar. Pienso que el instante de ahora muy bien pudo ser el momento de ayer. En cinco días observé lo que algún día imaginé ser al día de hoy. Si bien, el tiempo no se equivoca y vamos marinándonos en néctares que se convierten en nuestro destino inequívoco y sustancial del modo que ahora percibimos la manera de vivir.

Los aconteceres nutren la capacidad de ver nuestros defectos y virtudes, ejerciendo un poder de mejora inexplicable en lo negativo. Pretendemos ser mejores seres humanos y aportar -aunque sea- el mínimo esfuerzo de aciertos a quien nos rodea; porque sabemos bien de nuestra capacidad, de nuestra ética... de nuestra integridad.

Dice Nietzsche en "Más allá del bien y del mal":
El problema de los que esperan: Hacen falta golpes de suerte, y mil cosas más, para que un hombre superior, que lleva en sí la potencial solución de un problema llegue a actuar, a entrar en "erupción", por así decirlo, en un tiempo oportuno. Por lo general no sucede así y en todas las partes del mundo hay hombres que aguardan, sin saber exactamente que lo hacen y menos aún que su espera es inútil. También sucede a veces que la llamada suena demasiado tarde (ese azar que permite ponerse en acción), y cuando lo mejor de su juventud y de su energía se activa ya se encuentran gastados de tanto estar sentados sin hacer nada. ¡Cuántos descubrieron horrorizados que sus miembros se hallaban entumecidos y que su espíritu era ya demasiado pesado! "Es demasiado tarde", se dicen, tras haber perdido la fe en sí mismos y comprobar que se han quedado inútiles para siempre.

Se ignoran demasiadas situaciones. Lo único tangible es que aún existe la fe por continuar, aún existe esa capacidad de asombro y sabemos que jamás se debe esperar.

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