Pido perdón por dejar al descubierto al pajarraco candoroso que sigo siendo, al ser de veintiocho años que continúa cayendo en charco tras charco. Lo cierto, es que aún estoy aprendiendo a volar. Quizá demasiado tarde o quizá a tiempo; aunque a veces, el clima me lo reproche. Pido perdón por no seguir los consejos de quienes me dicen cómo alzar las alas y manipularlas para sostenerme en el aire. A decir verdad, valoro en demasía las indicaciones y reflexiono cada una de las palabras. Sin embargo, me gusta saltar y echarme al viento para que en complicidad con éste, caiga y me vuelva a levantar, probar otra corriente de aire y pensar que ahora tomaré altitud que difícilmente me situará en el piso. Pido perdón por afectar aves que saben cómo volar e interrumpo su plan debido a la torpeza de mi plumaje. Agradezco a todos aquellos pájaros que continúan en este vuelo y que permiten un aleteo cordial, ameno y sustancioso; aprendiendo juntos a intentar tocar las nubes, merodear montañas y regresar a tierra cuando así lo decidamos. Si bien es cierto, aprender nos transforma, nos enriquece y nos alegra; porque mientras no me corten las alas, seguiré aprendiendo a volar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario